Por Maestro Israel Cavazos Garza
Monterrey fue fundada “al norte del Ojo de Agua Grande, de Santa
Lucía”. La inundación de 1611 obligó a trasladar la ciudad hacia el sur, a
la parte alta. En la nueva traza fue señalado el solar para las Casas Reales o
del Ayuntamiento, al poniente de la Plaza
Mayor. Estas tuvieron un amplio corral hacia el fondo, que
por mucho tiempo se usó para recoger los animales mostrencos que vagaban por
las calles. Se usó también para que llegaran las cabalgaduras de los alcaldes,
regidores y síndicos, cuando asistían a las reuniones capitulares; y para los
carruajes del gobernador o de otros personajes importantes.
A principios del siglo XVIII la calleja
del fondo (actual calle de Escobedo) fue conocida como Callejón de la Compañía, por pasar hacia
el norte por el Colegio de la
Compañía de Jesús, situado en la que es ahora esquina
noroeste de Morelos y Escobedo. No es aventurado suponer que entre los
chiquillos que jugaban en esta zona, anduviera correteando el después célebre
fray Servando Teresa de Mier, nacido a unos cuantos pasos.
Un gobernador progresista, don Simón de
Herrera y Leiva, introdujo importantes mejoras al palacio. En 1798 construyó un
portal con arquería hacia el poniente y, acabando con el antiestético corral,
lo convirtió en la Plaza
del Mercado. A partir de entonces el espacio fue lugar de bullicio y algarabía
y de ir y venir de recuas con mercaderías. La plazuela fue escenario de
acontecimientos notables. En 1813 fueron fusilados ahí varios insurgentes. En
1854, fue ejecutado el célebre bandolero Agapito Treviño, Caballo Blanco.
Temporalmente fue celebrada ahí la feria
anual de la ciudad, que antaño se hacía en la Plaza de Armas (de Zaragoza). Por la década de
1880 eran instalados en la plaza los circos que llegaban a Monterrey. La
metamorfosis de la ciudad, por su desenvolvimiento industrial, transformó
también a esta plaza. El gobernador Bernardo Reyes promovió la construcción de
la parte alta del poniente del palacio; obra que fue concluida en los años
1886-1887, años que se ven labrados por esa parte.
En la década anterior (años 870’s) había
sido edificado el Mercado Colón. La plazuela del mercado dejó desde entonces de
servir para este propósito. En 1894 la plaza lució completamente distinta, al
ser erigida la estatua del padre Hidalgo, nombre que recibió desde ese año.
En sus tres frentes laterales cobraron
esbeltez las antiguas casonas y fueron construidas otras. Entre las primeras,
al sur (actual Luisiana) la vieja casa en la cual vivió el gobernador Manuel de
Santa María y donde se hospedó el caudillo Mariano Jiménez, en 1811. Por la
misma acera, al poniente, en la esquina, el aristocrático y ya desaparecido
Hotel Imperial y, pasando la calle, el soberbio edificio del Gran Hotel Ancira,
terminado en 1912.
Frente a éste (en el actual Hotel Colonial) el Hotel
Diligencias, llamado así porque allí llegaban aquellos enormes carruajes que
viajaban al interior del país. Al lado, hacia el norte, la casa de dos pisos y
dos balcones residencia que fue el Obispo Verger en el último tercio del Siglo
XVIII. Demolida es ahora un detestable estacionamiento de autos.
Por esa misma, hasta la esquina, la
espaciosa casa de don José Joaquín de Mier Noriega, padre de fray Servando.
Cruzando la calle, hacia el oriente, las antiguas casas de un sólo piso en las
que estuvo la importante Casa Francisco Armendáiz. En 1884 murió allí el
notable personaje del liberalismo, diputado constituyente del 57, León Guzmán. La
recoleta plaza de Hidalgo, con bellos jardines y hermosas fuentes de tazones
metálicos, fue por largos años lugar de concentración cívica. En los balcones
del poniente del palacio, era dado el Grito de Independencia el 15 de
septiembre. Una celebración que era de la ciudad y sólo de la ciudad, fue
arbitrariamente trasladada al Palacio de Gobierno.
Cuentan las crónicas que un alcalde con
escasa iniciativa, ordenó pintar de vivos colores la estatua de Hidalgo. Ojos
azules, labios rojos, piel sonrosada. En la ceremonia de la revelación la risa
general de los asistentes no se hizo esperar. El basamento original de la
estatua era más bajo. En 1943 el alcalde Constancio Villarreal hizo construirlo
de mármol, más alto, instalándole al frente una lámpara votiva. En el frente
poniente fue repuesto el bello relieve del fusilamiento de Hidalgo, obra del
escultor Giacomino.
Muchas más cosas podrían decirse de esta
antigua plaza, uno de los más tradicionales rincones de Monterrey.
Julio
del 2006.
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