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Mostrando entradas de octubre, 2018

EL JUDIO ERRANTE

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Por Maestra Lilia E. Villanueva de Cavazos Conversaban tres viejecitas hermanas a la puerta de su antiguo caserón de la hacienda de los Lermas, en Guadalupe [Nuevo León], cuando se detuvo junto a ellas un mendigo vestido de harapos, viejo y encorvado y de luenga barba; apoyado en un torcido báculo. No pronunció palabra, ni como saludo, ni para implorar limosna. Sólo observaron que puso el fardo que llevaba sobre sus hombros en las losas del piso, produciendo un sonido que no dejó de crisparlas porque no eran otra cosa sino huesos. Se cruzaron miradas de inteligencia entre sí, y aunque no lo manifestaron con palabras, estuvieron de acuerdo en que era aquel, el mismo hombre, que cuarenta o cincuenta años atrás ellas mismas habían visto en idéntica forma y exactamente con la misma pobre indumentaria y extraño cargamento. Cuando después de darle algo de comer, y siempre sin pronunciar palabra se hubo retirado, ratificaron su sospecha. Haciendo recuerdos vino a su mem

EL ARENERO

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Por Adrián Cruz Martínez Siendo niños, los mayores solían asustarnos con algún ser fantástico o terrorífico con el fin de que obedeciéramos y dejáramos de hacer travesuras, no se ha ustedes, pero a mí sí y también fue el caso de la Sra. Teodora Elizondo Elizondo, originaría de #Huinalá , #Apodaca, Nuevo León. Conversando con ella, me cuenta que de pequeños los mayores los asustaban con El Arenero:   ¡ A dormir…a dormir, o va a venir El Arenero! . La leyenda proviene del célebre cuento de 1817 El hombre de arena de E.T.A  Hoffmann : “Es un hombre muy malo, que viene en busca de los niños cuando se niegan a acostarse y les arroja puñados de arena a los ojos, los encierra en un saco y se los lleva a la luna para que sirvan de alimento a sus hijitos; éstos tienen, así como los mochuelos, picos ganchudos, y con ellos devoran los ojos de los niños que no son obedientes." Cruzar el puente de madera, localizado en la entrada del pueblo sin compañía era impensabl

MONTERREY: UNA CIUDAD VERDE

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Por Adrián Cruz Martínez En 1896, año en el que Monterrey conmemoraba 300 años de su fundación el Ayuntamiento presidido por Pedro C. Martínez mostró especial interés en la plantación de árboles en las 9 plazas con las que contaba la ciudad: Zaragoza, Hidalgo, Cuauhtémoc, Bolívar, de La Llave, Colegio Civil, Juárez, Garza Ayala y Alameda Porfirio Díaz, así como los panteones y las calzadas Unión y Progreso ( hoy Madero y Pino Suárez). Tan solo en la Plaza Zaragoza sumaban un total de 347 árboles, en los que podíamos encontrar en diferentes tamaños: fresnos , moreras, naranjos, crespones, granados, aguacates y palmitos. En la Plaza Hidalgo destacaban 31 naranjos; de los 367 árboles con los que contaba La Llave o Purísima eran de llamar la atención los 166 fresnos japoneses y 15 álamos . 552 árboles diversos contabilizó el Sr. Lorenzo Alemán, administrador de panteones. Al caminar por las Calzadas Unión y Progreso observaríamos 703 árboles y al llegar a la Alameda

"Tlatelolco 68" - Jaime Sabines

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1 Nadie sabe el número exacto de los muertos, ni siquiera los asesinos, ni siquiera el criminal. (Ciertamente, ya llegó a la historia este hombre pequeño por todas partes, incapaz de todo menos del rencor.) Tlatelolco será mencionado en los años que vienen como hoy hablamos de Río Blanco y Cananea, pero esto fue peor, aquí han matado al pueblo; no eran obreros parapetados en la huelga, eran mujeres y niños, estudiantes, jovencitos de quince años, una muchacha que iba al cine, una criatura en el vientre de su madre, todos barridos, certeramente acribillados por la metralla del Orden y Justicia Social. A los tres días, el ejército era la víctima de los desalmados, y el pueblo se aprestaba jubiloso a celebrar las Olimpiadas, que darían gloria a México. 2 El crimen está allí, cubierto de hojas de periódicos, con televisores, con radios, con banderas olímpicas. El aire denso, inmóvil, el terror, la ignominia. alrededo