“ 5 de Mayo” - Manuel Acuña


Tres eran; mas la Inglaterra
volvió a lanzarse a las olas,
y las naves españolas
tomaron rumbo a su tierra.
Sólo Francia gritó: ¡Guerra!
soñando oh, Patria, en vencerte,
sirviéndose en su provecho
se alzó erigiendo en derecho
el derecho del más fuerte.

   Sin ver que en lid tan sangrienta
tu brazo era más pequeño,
la lid encarnó en su empeño
la redención de tu afrenta.
Brotó en luz amarillenta
la llama de tus cañones,
y el mundo vio a tus legiones
entrar al combate rudo,
llevando por solo escudo
su escudo de corazones.

   Y entonces fue cuando al grito
lanzado por tu denuedo,
tembló la Francia de miedo
comprendiendo su delito.
Cuando a tu aliento infinito
se oyó la palabra ¡sea!
y cuando al ver la pelea
terrible y desesperada
se alzó en tu mano la espada
y en tu conciencia la idea.

   Desde que ardió en el oriente
la luz de ese sol eterno
cuyo rayo puro y tierno
viene a besarte la frente,
tu bandera independiente,
flotaba ya en las montañas,
mientras las huestes extrañas
alzaban la suya airosa,
que se agitaba orgullosa
del brillo de las hazañas.

   Y llegó la hora y el cielo
nublado y oscurecido
desapareció escondido
como en los pliegues de un velo.
La muerte tendió su vuelo
sobre la espantada tierra
y entre el francés que se aterra
y el mexicano iracundo,
se alzó estremeciendo al mundo
tu inmenso grito de guerra.

   Y allí el francés el primero
de los soldados del orbe,
el que en sus glorias absorbe
todas las del mundo entero,
tres veces pálido y fiero
se vio a correr obligado,
frente al pueblo denodado
que para salvar tu nombre,
te dio un soldado en cada hombre
y un héroe en cada soldado.

   ¡Tres veces! Y cuando hundida
sintió su fama guerrera
contemplando su bandera
manchada y escarnecida
la Francia, viendo perdida
la ilusión de su victoria,
y a despecho de su historia
y a despecho de su anhelo,
vio asomar sobre otro cielo
y en otro mundo la gloria.

   Que entre la niebla indecisa
que sobre el campo flotaba,
y entre el humo que se alzaba
bajo el peso de la brisa,
su más hermosa sonrisa
fue para tu alma inocente
su canción más elocuente
para entonarla a tu huella,
y su corona más bella
para ponerla en tu frente.

Sí, Patria desde ese día
tú no eres ya para el mundo
lo que en su desdén profundo
la Europa se suponía.
Desde entonces, Patria mía,
has entrado a una nueva era,
la era noble y duradera
de la gloria y del progreso,
que bajan hoy como un beso
de amor sobre tu bandera.

   Sobre esa insignia bendita
que hoy viene a cubrir de flores
la gente que en sus amores
en torno suyo se agita,
la que en la dicha infinita
con que en tu suelo la clava,
te jura animosa y brava,
como ante el francés un día
morir por tí, Patria mía,
primero que verte esclava.

MANUEL ACUÑA

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