LEYENDA: ROMUALDO EL ENAMORADO

Por Mtra. Lilia Villanueva de Cavazos


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No había en Guadalupe ( Nuevo León), allá por la década de 1870, quien tuviera fama de más enamorado, pendenciero y mujeriego , que Romualdo de León.

Era habilísimo jinete; lucía pantalón ajustado, chaqueta de gamuza con botonadura de plata y sombrero galoneado.

En las coleaderas era quien más toros tumbaba o el que jamás era derribado cuando jineteaba las potrancas más cerreras.

Cuando las muchachas daban vueltas en la plaza, en los días de serenata o en la feria, tenía Romualdo el piropo y la galantería a flor de labio. No había baile al que no concurriera, ni dama que no codiciara ser “nombrada” por él.

Y no sólo a los bailes del pueblo asistió, sino también a los de los ranchos, haciendas y lugares de la comarca.

Una madrugada, volvía a uno de estos bailes lejanos. Su caballo trotaba por el sendero solitario. De pronto, en un recodo, vio que caminaba una mujer. La noche era espléndida y con la claridad de la luna llena, pudo advertir su escultural figura.

¿A dónde vas, linda, te llevo en ancas? Le dijo, sin obtener respuesta ni que detuviera sus pasos. Y cuando el piropo y la invitación por enésima vez, vio que la bella silueta se levantó varios palmos del suelo, y, bajo la falda, vio con terror dos piernas descarnadas; y al tenerla más cerca de sí, Romualdo se desvaneció al ver que el rostro era una horrible calavera.

..El caballo conocía el camino y con Romualdo desmayado, atravezado en la montura, llegó a su casa, donde, al recuperar el conocimiento, relató lo sucedido.



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